sábado, 13 de marzo de 2010

El Hombre más rico de Babilonia


Comparto con mis distinguidos visitantes, algunas reflexiones del un libro que leí recientemente, titulado; EL HOMBRE MÁS RICO DE BABILONIA, escrito por el estadounidense George S. Clason, espero que las mismas les sirvan o aporte y les invito a que lo adquieran y lean.

El objetivo fundamental del libro es alcanzar el éxito y solucionar sus problemas financieros.

Suerte!

1. “Pero puedo conservar todo lo que gano, ¿no?” dije.“En absoluto, respondió. ¿No pagas al zapatero? ¿no pagas al sastre? ¿No pagas por la comida?, ¿Puedes vivir en Babilonia sin gastar? ¿Qué te queda de todo lo que gastaste durante el año pasado? ¡Idiota! Pagas a todo el mundo menos a ti. Lelo, trabajas para los otros. Los mismo diría lo que necesitas para comer y vestir”
2. “Si guardas la décima parte de lo ganas en un año. ¿Cuánto tendrías en diez años?
3. La oportunidad es una diosa arrogante que no pierde el tiempo con los que no están preparados
4. Una parte de lo que ganáis revierte en vosotros, conservadla.
5. Presupuestad los gastos de modo que siempre tengáis dinero para pagar los que son inevitables.
6. Haz producir cada moneda para que se parezca a la imagen de los rebaños en el campo y para que se parezca a la imagen de los rebaños en el campo y para que ayude a hacer de vuestros ingresos el manantial de la riqueza que alimentará constantemente vuestra fortuna.
7. Debería planificar algunos ingresos o ahorrar un dinero que le dure muchos años y del que pueda disponer cuando sea el momento.
8. Los deseos tienen que ser pequeños y bien definidos. Si son demasiado numerosos demasiado confuso o están por encima de las capacidades del hombre que quiere llevarlos a cano, harán que si objetivo no se cumpla.


Nota: Con respecto al punto número ocho, tengo mis diferencias, si creo lo que expresa el autor, es importantísimo que los deseos estén bien definidos, pero no creo bajo ninguna circunstancia que los deseos tiene que ser pequeños. Recuerden que las limitaciones están en nuestras mentes